Encuentro Noemí Sabugal-Pablo Andrés Escapa

Noemí Sabugal y Pablo Andrés Escapa: Ficción y realidad en la narrativa de la minería. FILE 2021

Piezas polares de una espectrografía literaria del carbón.

 

Filones para un filandón: Hijos del carbón y Voces de humo.

 

Autor: Óliver Álvarez Riera

La esencia del periodismo narrativo se juega ahí: en la diferencia entre contar una historia y hacer un inventario.

                                                                                                        Leila Guerriero

Comarcas movedizas, mínimas, latiendo en las facetas de un rubí

                                                                                                         Ángel Zapata

Estamos hoy aquí reunidos para casar el agua con el aceite, por así decir. Y me explico. Aunque ambos libros riman ya desde el título y comparten pasadizos que irán aflorando durante la charla, también existe un cortafuegos esencial que los deslinda y que se refiere al estatuto ficcional y no ficcional de sus discursos. Así, tanto por esas distintas naturalezas como por los usos divergentes del lenguaje, me figuro Hijos del carbón y Voces de humo como plausibles extremos narrativos de la literatura minera, piezas polares de una espectrografía literaria del carbón: por un lado, la crónica ensayística de Sabugal ceñida a la verdad histórica y testimonial de las cuencas mineras de España, y a la educación sentimental aparejada, íntima y colectiva; y por el otro, la memoria mítica del Ponfeblino convocada por Escapa desde las voces de las fábula y su limbo de verosimilitud, libre para hacernos creer el mundo desde la pura fascinación verbal y lo insólito. Dos estrategias de escritura ejemplares -el testimonio de largo aliento formal conocido como periodismo narrativo y la intensidad trascendente del cuento- para entonar una canción a las ruinas de Itálica de la minería: basta acercarse a las instalaciones arrumbadas de tanta explotación carbonífera, o admirar la recuperación museística de esta sala de calderas, para que venga a la cabeza aquella letanía clásica: este despedazado anfiteatro / impío honor de los dioses, cuya afrenta / publica el amarillo jaramago, / ya reducido a trágico teatro, / ¡oh fábula del tiempo, representa / cuánta fue su grandeza y es su estrago!

Pero esto, en el mejor de los casos, es simplificarlo mucho; y en el peor, no haber dicho nada. Los libros, antes o después, hay que leerlos. Y hablarlos.

Si algún día el viejo ferrocarril minero de Ponferrada a Villablino vuelve sobre sus rieles como pasaje fantasmal del carbonífero para turistas y curiosos [ya que a este paso los nostálgicos tal vez no alcancen], estos dos libros deberían ser títulos indiscutibles en su biblioteca de a bordo. En mi tren de vida ya son brasas cruciales. 

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